sábado, 30 de junio de 2018

Los vagabundos de mi calle.

Andando, sin mirar atrás, zapatos rotos y los pies ensangrentados.. gritando desde el corazón:

-¿Dónde estás Mamá? Qué hice para que no me ayudaras, para verme llegar aquí...

-¿Dónde estás Papá? Sólo un cartón de vino me sostiene... ¿Qué hiciste de mi?.
Las cosas no me vinieron bien, me quedé en la calle, esta es muy dura.

Y andando, agonizando por un vaso de agua, ver a esa gente pudiendo mantener una conversación.

- ¿Cómo estás?

- (Me derrumbo, quiero tener esa oportunidad, dame cobijo) bien, la calle es dura pero sigo adelante...

- ¿Qué tal esa herida?

- (Fatal, sólo necesitaba descansar en una cama y con un cuidado, poco a poco va a peor y no tiene buen color) va mejor, que caída más tonta fué.

- ¿Le importa mucho la conversación?, ¡vayase de aquí! ¡deje de mirarnos, no le voy a dar nada!

Qué bonito fue por un momento sentir cercanía...

Continúo el camino entre pensamiento y vino. La felicidad inunda mi cuerpo y poco a poco voy agotando las pocas fuerzas que me quedan.

Sigo recorriendo una calle interminable que me va poniendo una y otra piedra y los pies más duelen pero..., de repente, algo a lo que no acostumbro se cruza en mi pobre y nublada vista, es una luz. Fui cómplice de la vida y sentí aprobación, nobleza, pureza... Sentí que la sociedad estaba en paz conmigo, no me juzgaban por mis vestiduras y mi cartón de vino, quiso sentirme avanzando hacia mi... en ese momento sentí algo que alguna vez álguien sintiera conmigo.

Un pequeño cuerpo, una pequeña cara y una pequeña ternura que para fue el sol mas reluciente del mundo.

Avanzó titubeando, canalla, y como si de una reverencia se tratará encontré en él el cobijo que estuve equivocado dónde buscar...

-Tu nombre será Romo, no te preocupes por nada, yo te cuidaré.

No hay comentarios:

Publicar un comentario